Sekhmet, Diosa Leona

 

                                                                               LAS DIOSAS LEONAS

                                                     

 

Durante gran parte de mi vida he sentido una profunda conexión con las Diosas Felinas, pero no ha sido hasta mi reciente viaje a Egipto que no he visto aspectos de Ellas que jamás había percibido.

 

A todos nos viene un nombre a la cabeza y este es Sekhmet, la Poderosa, la Señora del Oeste. Diosa de la Guerra, la Terrible, la Invencible… Y así cientos de aspectos que se honraron de esta Diosa tan antigua.

Diosa Solar, primera hija de Ra, alcanza en las tierras de Egipto un culto que se extiende a través de épocas y dinastías. Una de las diosas más antiguas y veneradas, su nombre y fuerza traspasa aun hoy día a muchas personas que la sienten de manera especial.

 

                   

 

Hay varias Diosas Leonas, además de Sekmeth:  Bastet, Mut, y algunas tan antiguas como Menhit o Neith. Incluso algunas que no se contempla el nombre, ya que solo se conocen representaciones en murales y grabados de templos y pirámides. Concebida como Diosa primigenia al que adoraban con aspectos y atributos de Diosa leona.

 

Si viajamos un poco más al sur (que en Egipto sería el Bajo Egipto dada su peculiaridad geografía) podemos encontrar en Sudán un culto muy antiguo, con pirámides y templos dedicados entre otros a Maahes, un dios con cabeza de león. Su culto se aprecia en Taremu, antigua capital del Bajo Egipto. Llamado el “Alma de Bastet”, o “el León de mirada feroz” sus cualidades eran de protección, guerrero y ávido estratega.

 

Como vemos hay muchas representaciones de la Medicina del León, de todo ello podemos deducir que el León era un ser poderoso, mágico y unido a lo sagrado y a la vida del humano en el antiguo Egipto.

 

                   

 

Hace algunos años dada mi conexión y trabajo con los Leones Blancos, me hablaron sobre los Hombres León. No se referían al género sino al Humano como especie. Me hablaron de un tiempo muy antiguo apenas contemplado en escrituras modernas, donde hubo una antigua alianza entre felinos y humanos. Y esos hombres serian humanos con una conexión y vínculo con los leones tantos físicos como en aspecto de dios/a increíble.

La conexión telepática con ellos, vínculos, sabiduría, protección… Ellos portaban medicinas importantes, sanadoras y eran conocidos por sus aspectos duales.

Conectados a estrellas como Regulus, corazón de la constelación de Leo, tan importante para la cultura egipcia y misterios como la Esfinge leonina.

 

Hay algo que no se habla sobre estas Diosas. Y sobre todo cuando hablamos o nos referimos a Sekhmet, y es su aspecto de Gran Madre. Pues ostenta el título. Hay referencias como “La gran amada de Ptah” su pareja, señor de la magia y la creación. Y como madre de Nefertum. También nominada como experta en magia, por su carácter sanador. Aquí se puede contemplar ese aspecto de Madre, además de sanadora y otros caracteres más amables.

 

                     

 

Según algunas referencias a ese carácter belicoso y sanguinario, donde hay mitos que hablan de destruir a la humanidad y tener que calmarla emborrachándola de cerveza teñida de rojo para que creyera que era sangre y asi calmarla. Hay quien piensa que ese aspecto es más de las diosas leonas anteriores a Sekhmet. Su fama no obstante es de esa diosa guerrera y feroz. Y no digo que no lo sea, pero personalmente siento que no es solo eso, su magia, sanación y aspecto maternal son parte de esa energía guerrera que emana.

 

Durante mucho tiempo leo, veo a muchas personas que hablan de ella, que la portan en su vida y que se alinean con ese aspecto salvaje, destructor y poderoso. Yo misma he sentido esa energía en mí, en múltiples ocasiones. Por ello mi visita a la Capilla de Ptah y Sekhmet en Karnak confirió el clímax de mi viaje a Egipto. Y la visión que tuve hizo que sintiera la grandiosidad de tal ser, que a mi entender es mil veces mas enorme que una diosa guerrera.

 

Voy a relatar mi experiencia en Karnak:

 

“Sólo poner mis pies en la avenida de las esfinges con cabeza de carnero me hizo temblar. Al contemplar los enormes pilonos que custodiaban la entrada a Karnak el corazón se aceleró. Ahí comenzó una explosión de sensaciones, precedida con hormigueos en la planta de los pies y cierto adormecimiento del cuerpo. No pude contener las lágrimas, reconocía aquel lugar, la frase que se mecía en mi mente era “yo ya he estado aquí”, “vuelta a mi hogar” entre otras que cabalgaban veloces en un espiral de pensamientos y sentires.

 

                        

Me cubrí con un pañuelo blanco, deseosa de pasar desapercibida y poder vivir mi experiencia tranquilamente. Cada paso era una descarga de información y sentires. A media avenida me cruzo una niña corriendo entre las esfinges y se perdió entre la gran puerta de entrada. Esa niña salió de mí, era yo en aquel tiempo, solo corría feliz y llamaba a mi padre.

En medio de una espiral de emociones, y llanto desconsolado, me sentí arropada por mis compañeros de viaje que me sostuvieron en mi especial peregrinación hasta la capilla.

Así, resguardada y medio cubierta pude sentir esa experiencia sensorial. A cada paso dado, las piedras tomaban color. Los muros se restablecían, todo volvía a ser como era antes. Los colores vibraban vivos, los olores que impregnaban esa ciudad se elevaban y oía los sonidos de una ciudad viva. Veía vegetación, exuberante, verde entre las columnas. Sentía el respeto y lo sacro en un lugar donde convivían infinidad de seres. Y solo una voz me guiaba. Una voz fuerte y acuciante, la de Sekhmet con un VEN que resonaba en mi mente sin parar.

 

En este estado de emoción, de pertenecer y guiada y sostenida por el grupo, me adentré al camino que llegaba a La capilla.Al ver el pórtico que te adentra en la capilla, ya temblaba aún más. El lloro era imparable, pero nada comparable al entrar en el interior. Observada de cerca por el hombre que guardaba el templo. No sabia donde estaba, no tenia ni idea solo sé que entre y giré a la derecha movida por esa energía que me llamaba. Me adentré en aquel pequeño y oscuro cubículo, iluminado tan solo por esa pequeña ventanita que dejaba pasar un rayo de luz que ilumina la espalda de Sekmeth.

 

Y ahí la vi, la sentí, y lloré, me derrumbé pues contemplaba no a Sekmeth, sino a mi Madre. Esa fue la sensación, mi Madre Leona. A sus pies llorando y abrazándola pude sentir su calor y fuerza. Me hizo levantar y que la mirara a aquellos ojos oscuros que se perdían en la inmensidad de una dimensión que se levantaba y tomaba forma a cada respiración dada.

 

Sus ojos se encendieron, como magma caliente tras la corteza oscura de la tierra y sentí su poder, su llamada, su fuerza, quien era. Vi como todo lo que la rodeaba aquel lugar, la capilla, la piedra, se perdía. Y el vacío, la nada tomaba forma. Todo el pulso del universo se hizo patente. Sentí la creación a su lado, la exuberancia de una diosa creadora. La fuerza implacable del poder. Y sentí el más tierno amor maternal que jamás haya experimentado.

Vi cómo se movía, recordé como en otras vidas, ya la había honrado. Seguido sus designios y deseos. Percibí mi amor hacia ella, y vi como la estatura no era tal, sino que había cobrado vida. No una vida humana, no una estatua de piedra era más que todo eso y nada de eso. Contemple a la Diosa como era en los Primeros Tiempos de los Hombres León.

 

Me hablo como Madre, como Diosa, como Femenino y como Guerrera. Bendijo los oráculos que he creado ya que se los presente como parte de una bendición necesaria para su buen uso y protección. Anclé el código de leones blancos de Nyanga, una de mis guías leona blanca para el enlace de ese templo, leona y energía.

El tiempo paso, no sé cuánto, ni cómo. Solo se que pude sentirla viva, extraordinaria, potente, dulce y amorosa. Y esos aspectos son poco nombrados en Sekhmet.

Tras salir de allí, aun removida, uno de los hombres que guardaban el templo me llevo a la parte de atrás y me regalo un cordón con una lagrima de cuarzo, me dijo que me pertenecía como la hija de ella que era. Al cogerlo sentí una frase “la lágrima de Sekmeth”.

Al recorrer las calles de Karnak ya más calmada pude sentir la belleza de un lugar sagrado, calmado que fue también disputado y se tiñó de sangre. Ella fue una de las Diosas que lo protegió para que no sufriera daño alguno, pero el tiempo pasó y aunque no cayó en el olvido jamás ella, si lo que representaba como madre y amorosa protectora.

 

Esta fue mi especial conexión con Sekmeth, que me acompaño las dos semanas de viaje en esas bellas tierras. Y en cada templo y tumba que la representaban la veía con toda esa potencia, la Dama de las Montañas de Poniente.

 

Por ello para mi hoy, Sekmeth no sólo representa la belicosa y vengativa diosa leona, sino una Gran madre protectora, dulce y amorosa con las personas que la contemplan en su origen y completez. Para mí, alcanzar su majestuosa energía no es solo ser una mujer salvaje, impetuosa e indómita, sino alcanzar la dulzura de la que crea vida. Proteger a lo que amas y no temer la oscuridad que portas.

 

                      

 

Ella es Vida, más allá de la piedra oscura. Ella es sanación, con su aliento. Ella es Antigua, como el mismo Mundo.

Hoy y todos los días de mi existencia te honro, Madre Sekhmet

 

Asia moana.

 

                                

 

Imágenes del viaje a Egipto, de diferentes templos y aspectos de Sekhmet, Mehit, Mut y otras diosas leonas.Agradecida a todas las personas que hicieron posible este viaje y fueron parte de la experiencia allí y en otros lugares y tiempos.